Volver

Volver no es solo sinónimo de empanadas. Es mucho más que eso. Es un sueño familiar hecho realidad.
La historia se remonta a los comienzos del 1900. Unos antepasados italianos que zarparon en barco desde Calabria rumbo al puerto de Buenos Aires cargados de una mezcla típica de la inmigración: la esperanza y el dolor.
Y de ahí nació la familia Annocaro - Capano versión argentina con sus costumbres italianas adaptadas al estilo criollo.
El Nonno Vicente, ciertamente "Vicenzo" en su Rocca Imperiale natal fue el primero en dedicarse al duro oficio de la hostelería "old school" de aquellos tiempos.
Hincha de Independiente, gestionaba un bar en el actual Puerto Madero "El Alero" donde vendía entre otras cosas, todos los productos provenientes del viejo continente que llegaban semanalmente en barco. Nunca faltaban en la mesa familiar los licores importados o las refinadas galletas inglesas para la hora del té, por citar un ejemplo del privilegio que tenía el querido Vicente.
Mi mamá siempre cuenta la anécdota que su papá se iba a trabajar a las 8 de la mañana y volvía a las 9 de la noche. Ella le preparaba el fuentón con agua y sal para que "el nonno", como le llamábamos, repose sus pies luego de una extensa jornada laboral. Como antítesis de las bondades anteriormente mencionadas.
Lo cierto es que entre eso y la gran mano que tenía la Nonna Julia en la cocina, nos fuimos empapando de una cultura culinaria tan diversa como creativa, exagerada y con mágicos rituales. El asado, el fuego, las pastas del domingo al mediodía, los ñoquis del 29, las tortafritas cuando llueve, el mate, el locro en fecha patria, el lechón para las Fiestas, las empanadas de vigilia en Semana Santa... Y así podría seguir toda la noche.
Bueno, y la experiencia de los 15 años que llevo en Girona y los 8 años de Volver, eso es lo que te estás comiendo cada vez que venís a comprar una empanada. Una mezcla de sabores y sentires tan especiales como atrapantes.